miércoles, 20 de enero de 2016

Necesito hacerlo...

Necesito hacerlo. Pronto. Los colores están llamándome por mi nombre, no puedo desoírlos más. Siento deseos de volcarlos sobre un cartón, un papel, una tela. Pero cuando es el momento, no puedo, simplemente no puedo.
Yo se que solo es una excusa para no hacerlo, aunque me ve a mi mismo pintando todo el tiempo, aunque no me sienta todo el tiempo de la misma manera, por que siento que hay tantas cosas que me impiden soltarme y dejarme llevar por ese llamado.
Yo se positivamente que soy yo mismo impidiéndome hacer lo que más me gusta.
Me lo impido yo mismo, poniéndome por delante tantas cosas que supuestamente debo hacer antes de ponerme a pintar.
Sería tan fácil desocupar la mesa, cubrirla con telas para no mancharla de pintura, desplegar el cartón que ya había comenzado a pintar. Buscar las cajas con pasteles y acrílicos, lápices y marcadores, papeles, cartones, hilos, pegamentos, pinceles, espátulas, etc. poner música, preparar mate o café y dejarme ir, sumergirme ahí con colores, materiales y herramientas, buscar y buscar, seguir buscando, permitiendo que aparezcan formas y personajes, mezclar colores y texturas para seguir buscando sin detenerme.
No siempre sucede, solo algunas veces he tenido la sensación de libertad en ese lugar, en ese instante, breve, efímero. Me he sentido por muy poco tiempo libre de cuerpo y alma, he tenido por pocos instantes una sensación de claridad, como si fuera una epifanía, una visión de lo que es sin barreras ni prejuicios, solo yo viendo con total claridad lo que es.
Ciertamente esos momentos son únicos y no se decir como suceden, solo me queda al final el resultado, el producto final sobre un papel, un cartón, una tela y son formas y personajes, colores y texturas, palabras, imágenes que estuvieron dentro mío y pude sacarlas fuera transformándose en algo como mensajes de náufrago, que son puestos en botellas y arrojados al mar, apareciendo en playas lejanas, mostrándome infinitas posibilidades para mi creatividad, de la cual no estoy del todo convencido, haciéndome arrastrar conmigo dudas desde hace algo así como 30 años.
Cada palabra, cada frase, cada página escrita, cada pincelada, cada trazo sobre un papel, una tela, un pedazo de cartón me preguntan hasta cuando, hasta cuando puedo soportar sin atender esa súplica que me persigue hace tanto tiempo.
Solo yo puedo saber que se siente estar tan cerca y no poder abrir esa puerta a la total libre expresión de mi alma a través de la pintura, por el momento no tengo más remedio que continuar.
Trataré esta noche o la próxima, o la siguiente a esa de seguir buscando, no para encontrar sino para seguir buscando.
La promesa ya fue hecha.