domingo, 21 de agosto de 2016

Tarde, de noche... muy tarde.

Tarde, muy tarde en esta noche fría de invierno oyendo voces antiguas, trayéndome recuerdos que no me pertenecen a cambio de olvidar los propios. Una y otra vez me encuentro sin salida. Perdido en mi propio laberinto. Buscando sin remedio, sin descanso, sin saber lo que necesito. 
Invoco en esta noche viejos fantasmas para que me acompañen.Me siento solo y con ellos la soledad no se me anima. O es lo que creo o quiero creer. 
Las voces insisten en quedarse aunque quiera quitármelas de la cabeza. 
Tal vez no sea el camino ni la manera, pero es lo que respiro y lo que soy. 
Tengo apenas medio siglo y no aprendí nada.
Tengo canas en la cabeza que no me han agregado nada. 
Ciertos dolores me han marcado para siempre. 
¿Por qué será que el mundo está al revés? ¿Por qué será que vine a destiempo? 
Mi cuerpo ya no es el mismo, lo siento invadido de pesares, penas que pensé ya se habían ido.
Me equivoqué. Han permanecido todo este tiempo entre mis huesos, mis músculos, mis manos, detrás de mis ojos, dentro de mi corazón.
Me cuesta respirar y reponerme, me pesa más el cuerpo y siento que mis sueños comienzan a quedarme grandes. Se hacen cada vez más distantes a pesar que quiera atraparlos aquí.
La respuesta es: no siempre hay respuestas.






lunes, 1 de agosto de 2016

Algunas palabras desde la reflexión y la bronca.

A veces me pongo a pensar en mi lugar de trabajo, el cual tiene que ver con la atención al público. Trabajo para una empresa multinacional, con sedes en varios países de Latinoamérica, con miles de empleados en cada país, que tienen distintos niveles de responsabilidad dentro de esa estructura empresaria. Y creo que el mayor incentivo que hay es el miedo. Infundir miedo a perder el trabajo, es el mayor recurso que tiene una empresa para ejercer el control. La línea jerárquica, además de sostener la estructura de trabajo de la empresa, se encarga de esta función, ya que es a través de esta cadena de jerarquía que va bajando esta directiva no escrita, no dicha, pero sugerida. Por más que aparezcan realizando acciones que pretendan mantener y aglutinar a los empleados bajo la "identidad" de la empresa, y a pesar que el capital "humano" es el mayor recurso que tiene la misma, no duda en desestimarlo si así lo cree necesario ya sea porque debe reestructurarse, ya sea porque lo considera "una amenaza" a la estabilidad, porque considera que algunos de ellos son conflictivos. Tal es la importancia de los trabajadores que cuando comienzan a preguntarse que tan importantes son para la empresa para la que trabajan, la empresa se incomoda y pone nerviosa.
Cada vez que se pretende alguna clase de mejora, beneficio, aumento en premios deben someterlo a una larga e interminable consulta con sus superiores. Las respuestas se hacen demorar. O las respuestas son insignificantes.
El departamento de "recursos humanos" es la voz oficial de una empresa, se encarga de transmitir los lineamientos. De comunicar: la misión, la visión, los valores. Cuando uno lee el significado que la empresa le da a estas palabras, se encuentra con palabras vacías porque ellos mismos se encargan de vaciarlas de contenido, de significado. No son los empleados los que atentan contra esa misión, los que tergiversan la visión, los que traicionan esos valores. Por un lado dicen sostenerlos, pero en sus acciones diarias, en sus conductas se encargan de demostrar que no creen en eso que sostienen. Permanentemente apelan a un doble discurso, a una doble moral, a una falsa ética de trabajo.
Cuando leo como se desarrolla una empresa, como se organiza, cuales son sus objetivos, veo que pasan por alto lo más importante que tienen y es la gente que día a día mantiene con los hombros de su trabajo, precisamente los logros de aquellos encumbrados ejecutivos que dirigen los destinos de tal o cual empresa. Ninguna empresa podría sostenerse sin el arduo trabajo diario, de anónimos empleados que no figuran en los balances, en los informes anuales, en los rankings, en las noticias que se publican en revistas de negocios.
Supongo que es parte de esta sociedad occidental, competitiva y comercial en la que vivimos que al trabajador, no se le de el lugar creo que merecen, por ser los verdaderos artífices del crecimiento de una empresa. Y dicho esto, pienso que tampoco quienes ostentan el poder de esas empresas no reconocen el verdadero valor de los empleados, al no pagar aquello que ellos merecen, ya que es muy injusto el intercambio que hay entre el tiempo de trabajo físico, mental y espiritual y la remuneración económica que perciben. ¿Quién puede medir cuanto vale el esfuerzo diario de un trabajador, para que arbitrariamente reciba una determinada cantidad de dinero, por ese esfuerzo por parte de su empleador? Quienes son los encargados de decidir lo que percibimos a cambio de nuestro trabajo, saben bien del esfuerzo y sacrificio de un trabajador, pero parece no importarle demasiado.
Lo último que me queda por reflexionar por esas horas, es que la lucha del trabajador no debe abandonarse nunca. Los derechos jamás deben resignarse a cambio de mantener la fuente de trabajo. Porque es algo que por estos momentos, corre como un mensaje entre líneas por parte de las jerarquías de las empresas, y aún de ciertos "representantes sindicales" que también sugieren bajar un poco los decibeles de los reclamos.
Buenos días.