lunes, 20 de abril de 2020

Palabras al filo de una mesa de doblado o como vemos transcurrir el siglo 21

Es un poco raro mencionar un elemento de trabajo que utilizo a diario. Y mientras estoy yendo y viniendo, subiendo y bajando, sonriendo por aquí y por allá, haciendo realidad los sueños de un cliente y de otro y de otro más, viendo todo a mi alrededor, como las personas, aquellas que son mis compañeros de trabajo, montan una escena frente a quienes detentan el poder para poder, valga la redundancia, hacerles creer que todo es como ellos esperan.
Sigo recordando algo que dijo uno de ellos hace bastantes años, uno que en aquel entonces era gerente y hoy no se, pero seguramente está encumbrado en una posición de más poder, a la cual debe haber llegado siguiendo su propia premisa: "a mi lo que me funciona es el miedo..." de esa manera pretendía decirnos como debíamos actuar en la empresa. Debíamos entonces y debemos ahora hacer lo que dicen, bajo coacción y haciéndoles creer lo convencidos que estamos de la "filosofía empresaria" que ellos encarnan.
Pero sin embargo hacen exactamente lo opuesto a lo que postulan y predican.
Nos saludamos y nos miramos a los ojos, y nos pretenden ignorantes e ingenuos.
Pero sin embargo y retomando las palabras dejadas inconclusas hace algunos meses, me encuentro hoy atravesando un momento extraño. Estamos como suspendidos en el aire del tiempo, sin avanzar (aparentemente), esperando, siempre esperando alguna decisión de alguien de arriba, como siempre (algunas cosas no cambian) pero sin embargo el mundo fue cambiando su fisonomía, sin que nos percatásemos.
Hay que tener cuidado con lo que se pide, con lo que se desea, porque inevitablemente llega. La globalización nos ha traído, ¿qué nos ha traído, entre otras cosas? Ah si, una pandemia universal que todavía está en curso. Si por supuesto que también nos había traído redes sociales, celulares smart, calentamiento global, derretimiento de los polos, incendios catastróficos, sunamis y huracanes devastadores, extinciones de la fauna y la flora, brechas sociales y económicas como nunca antes hubo, monedas virtuales, hiperconsumismo, chovinismo, egolatría, falta de empatía, insensibilidad, indiferencia, aumento de la violencia doméstica (femicidio? infanticidio?). Y curiosamente, en estos dos meses y pico que el COVID-19 está circulando como pancho por su casa, entrando y saliendo de diversos países, ha obligado a la "especie humana" a guardarse, para no permitir que esa circulación crezca aún más, se percibe un reverdecimiento de la tierra, de Gaia, cielos más transparentes y puros, respirables, aguas más cristalinas y habitables. No se si notan, pero hay un silencio más notorio por las noches, las estrellas brillan de otra manera. En fin.
Pero de nuevo con los pies sobre la tierra, debo reconocer que la actividad económica que sostiene a las sociedades, debe activarse nuevamente, es entendible, pero detrás de esa necesidad, vuelve a surgir la necesidad imperiosa de los "ricos y poderosos" a seguir acumulando. O sea, después de todo, nada nuevo bajo el sol.
Tenemos la increíble y tal vez irrepetible oportunidad de pensarnos, de reflexionar desde otro lado, desde otro punto de vista y esa oportunidad es una oportunidad personal, cada uno sabrá que hacer, yo no le voy a pedir "peras al olmo" ni que a los empresarios dueños de multinacionales, levanten la patita del acelerador. Una vez que tengan el permiso y luego de jurar y perjurar que van a hacer todo lo necesario para que "todos nos sintamos más seguros", van a levantar la persiana y que la maquinita comience a funcionar otra vez. De todas maneras va a llegar un lunes, en que nuevamente tengamos que seguir escuchando, que no llegamos al plan de ventas, que hay que sonreírle más que nunca al cliente y agradecerle por su compra, no sin antes pedirle que guarde distancia de nosotros: dos metros y sin olvidar de completar la encuesta de satisfacción: 9 y 10 es lo que sirve.