martes, 28 de junio de 2016

El dulce de peras de la tía Elvira.

El caminito que formaba el agua de lluvia cuando caía y corría por el patio de tierra. Salían pequeños sapitos, montones, saltando por todas partes. Y nosotros corriendo, chapoteando agua todos los primos. Aquellas lluvias veraniegas hacían brotar la frescura del monte de eucaliptos que rodeaban las pequeñas casas de adobe donde vivíamos.
Eran realmente construcciones precarias, muy bajas con techo de paja y pisos de tierra. La más importante era por supuesto la cocina. Luego estaban los dormitorios o piezas como les llamábamos que era donde dormíamos. Había otra construcción más donde se guardaban cosas, y una habitación grande casi en el medio, construida con ladrillos y techo de chapa. Recuerdo un campo inmenso rodeando todo eso. Un arroyito cerca. Unas pocas vacas en un corral. Y la ruta 14 en el horizonte tan cerca y tan lejos, con camiones, micros y automóviles yendo y viniendo.
Pero las vacaciones en Chajarí, Entre Ríos fueron una sola y me duraron toda la infancia entre los 5/6 años y hasta los 13/14 años más o menos y supongo que se terminaron cuando me di cuenta que estaba creciendo.
Mis recuerdos son solo míos pero se formaron junto a los recuerdos de otras personas. En este caso tíos, primos (y muchos), padres, abuelos y un montón de gente más que no recuerdo quienes eran, pero que estuvieron ahí para mí, para que esos recuerdos hayan sobrevivido hasta hoy.
Las personas cambiamos a lo largo de la vida y solo en la memoria permanecemos inalterables. En los recuerdos permanecen, perduran eternos aquellos que estuvieron allí para nosotros.
Veranos diferentes están hoy fusionados en un solo. Es como haber hecho todo, haber pasado  de todo en un solo lugar mágico, en un tiempo sin tiempo donde días, noches, tardes, amaneceres, atardeceres se suceden indefinidamente por que sí o quien sabe por qué.
De aquellos días me han quedado montones de recuerdos imborrables. Aquellos con quienes compartí esos días hoy son prácticamente desconocidos, siendo que la mayoría son familia, unos más cercanos que otros. Muchos, muchísimos ya no están. Si tuvieran una gran fotografía frente a mí, podría señalar quienes viven, quienes no y quienes simplemente se han desvanecido, desaparecido de mi vida sin dejar rastros.
Recuerdo la eterna cocción del dulce de peras de la tía Elvira. La canasta plástica de huevos que iba a buscar a una casa vecina, cruzando un campo y algunos alambrados y cuando llegaba a esa casa, me encontraba con unos gringos flacos muy simpáticos, de gestos exagerados y tonada campechana; preguntándome por toda la familia. El arreo de las vacas al atardecer. Recuerdo los desayunos de leche recién ordeñada y hervida, con chocolate Toddy. Recuerdo los árboles de mandarinas que me dejaron cicatrices en las piernas por robarles algunas. Recuerdo los jardines llenos de mariposas. Recuerdo los trozos de madera petrificada. Recuerdo las noches con tantas estrellas como jamás en mi vida volví a ver. Eso extraño. El olor nocturno a flores, a campo, a bosta de vaca. Los grillos, las luciérnagas inmensas, esas luciérnagas grandotas con dos ojos luminosos, atravesando en vuelo la noche. Y de vez en cuando los micros y camiones roncando lejos, en ese horizonte lejano que era la ruta 14. Todo eso podía ver. Era realmente como estar sentado al borde del universo. Y lo mejor era no saberlo, no tener conciencia ni noción de lo que estaba sucediendo ahí. Porque ese niño ingenuo y tonto  se quedó allí para siempre y de tanto en tanto, como ahora, me envía estos mensajes para que no me olvide de el.
Y ese dulce hecho con peras verdes, cocido una y otra vez para que se concentre el sabor. Y el queso casero de sabor fuerte y los salames de olor penetrante y esos huevos fritos, enormes con yemas rojas. Y las tortas fritas de los días de lluvia.
Todo eso no se cansa de volver a mi mente una y otra vez. Pero lo cierto es que nada queda por hacer más que sentir nostalgia por todo aquello que irremediablemente se ha ido para siempre. La tristeza se mezcla con la emoción y todo eso ocupa un lugar ahora en mi mente. Pero no es lo único que permanece. Porque de todo eso algo quedo en mi vida supongo y forma parte de mi ahora.
El dulce de peras verdes de la tía Elvira sigue cocinándose sobre la cocina a leña para siempre. Recuerdo sus ojos azules, su pelito canoso, sus manos huesudas y flacas, curtidas y endurecidas por la vida difícil. Dicen que anduvo a caballo hasta poco tiempo antes de irse.
La infancia es lo que nos marca. Lo que nos define es todo aquello que nos sucedió en ese lugar, ese tiempo, ese espacio sin edad. De ahí en adelante la vida es otra, la realidad se adueña de ese lugar mítico y nos da sopapo tras sopapo para hacernos despertar.
A veces esa realidad gana. Pero el dulce permanece hirviendo sobre el fuego que jamás se apagará. O al menos eso es lo que yo creo y con eso me basta.
Buenas noches.

lunes, 20 de junio de 2016

Día del padre

Ya son las últimas horas del día. Ha sido un buen día. Me han hecho regalos. Me considero realmente afortunado por la familia que tengo. Puedo decir sin ponerme colorado que soy feliz.
El día pasó más rápido de lo que hubiera deseado. Y esperaba el día con ansiedad. Debe ser que con los años uno se pone sensible. O mejor dicho, más sensible que de costumbre. Porque aunque no lo parezca, soy un tipo sensible.
Ciertos momentos hoy son más significativos que antes. Lo vengo notando hace ya algunos años. Me pongo a ver viejas fotografías y me emociono porque me traen recuerdos, gratos recuerdos de felicidades pasadas y un poco olvidadas. 
Pero con la velocidad de lo cotidiano, se pierde la perspectiva de la vida. Lo que es verdaderamente importante, se tiene que abrir paso como puede, entre las urgencias de todos los días. 
Tengo una memoria pésima y tiendo a olvidar cosas que me sucedieron. Y tengo que hacer un esfuerzo por recordarlas. 
Y entonces aparece mi infancia en breves pantallazos, aparecen en mi mente pedacitos de recuerdos, que se quieren aferrar a mi memoria con uñas y dientes. Y aparece mi juventud y tiene que hacer lo propio para perdurar al menos en fragmentos, añorados fragmentos de mi propia vida. Y aparecen entonces mis años de adulto, los últimos, que también no pueden ser menos importantes y tienen el mismo derecho que cualquier otro momento de mi vida a permanecer en mi memoria. 
Cada vez que mi hija Mili me abraza (y que debo decir no son tantos como quisiera) me devuelve un poco de vida. Me devuelve un poco de esa felicidad, esa alegría que la vida se va llevando inevitablemente. Una sola mirada suya me hace sentir bien, me convence de que hay un mañana esperándome. Hace 18 años que fui bendecido con su presencia en mi vida. Y cada lágrima suya a lo largo de este tiempo, hoy lo siento como una deuda hacia ella. Y por eso siento que me queda tanto que hacer por ella. 
El día fue demasiado corto. Y agradezco haber tenido la suerte infinita de haber estado con dos de las personas que más amo en la vida. Sigo diciendo que soy muy afortunado.
Pero no puedo hacerme el distraído y pretender que hay cosas que no han sucedido o que no suceden. Hay ciertas cuestiones que están sin resolver y eso me desvela. Las siento como una espina atravesada aquí, a la altura del pecho. Supongo que la culpa es el precio a pagar por tantas malas decisiones. Y no puedo evitar sentirla.
Pero hoy ha sido un día especial. Uno de esos que no se quieren terminar. Tal vez por eso me haya desvelado y estoy escribiendo, precisamente para no terminarlo. Tal vez porque la noche me dicta estas palabras que tengo atravesadas en mi corazón. Tal vez porque tengo en mi mente tantas imágenes, tantos recuerdos en mi corazón es que no puedo ni quiero terminar este día. 
Promediando este año tan difícil, tan duro, tan injusto, tan doloroso y aún sabiendo que queda tanto por delante, no puedo dejar de recordar a mi papá. Lo pienso muy seguido, lo recuerdo con este sentimiento de deuda hacia el, que no puedo evitar. La última imagen suya, las últimas palabras que le oí, fueron una promesa rota de volver a vernos. Es terriblemente triste, pero hay veces que la vida no da segundas oportunidades y cuando las da, no nos damos por enterados. Mi viejo se fue y no puedo dejar de pensar, que sus últimos pensamientos, quizá hayan sido para nosotros. Pero es irremediablemente tarde. Y por eso valoro cada abrazo que me da Mili, por eso quiero atesorar cada momento con ella y por eso me resulta difícil verla crecer. Es que es tan difícil soltarle la mano. Es tan duro verla golpearse, verla lastimarse. Me parece que fue ayer cuando la dormía sobre mi pecho aquellas queridas siestas que solíamos hacer con ella, cuando todavía era tan chiquita.
Pero hay que continuar, es lo único que tal vez nos redima de tantos errores. Hay que seguir por este camino y lo bueno es tener una motivación, un propósito. 
Esta fotografía la hizo Mili a su abuelo, mi papá, don José. La hizo cuando tenía unos 10 años. Esta noche la comparto porque no quiero dejar pasar este momento especial. 
Feliz día allí donde estés. A pesar de todo, gracias.

sábado, 18 de junio de 2016

reflexiones de un desvelado

a veces cuesta encontrar las palabras exactas para describir una emoción, un sentimiento, un instante, es como describir una lágrima, un beso, una sonrisa...
ser humano es estar vulnerable casi todo el tiempo, como recien nacido
expuesto a la realidad.
yo me alegro por esto, por ser sensible, no susceptible (que es otra cosa)
me alegro por levantarme cada dia y tener una mente para poder discernir
esta y otras cosas.
mientras tanto, camino por la espalda de esta vida
sorprendiendome por el sol cada mañana,
por los ojos de mi niña...
gracias

2:55

las palabras demoran en salir de su escondite
la mente no puede liberarlas
porque no encuentra la manera de mostrarles el camino.

desde mi lugar escucho los autos
mientras atraviesan el acceso
ignorantes de las almas solas que sobreviven.

mis manos un poco entumecidas
desenriedan palabras en la pantalla que titila
mientras el humo del café hace rato me abandonó.

trato de mantener los ojos abiertos
el mayor tiempo posible
para no perderme nada del mundo,
digo, los ojos del alma...
pero aún así, las cosas suceden a mi alrededor
y nada puedo hacer...
arena entre los dedos, aliento que sale de mis pulmones
voces aleteando entre los árboles...

de pronto esas voces
amanecen en mi ventana
despertando posiblemente al sol
tal vez arrullando el sueño de la luna...

los dígitos que marcan la huída del tiempo
siguen su camino eterno
yendo a ninguna parte, sin apuro, sin pausa.

es la hora donde la única voz que oigo
es la voz de la verdad
la única que puedo oir sin mayor esfuerzo
porque proviene de alguna parte dentro mío.

realmente me gustaría conocer ese lugar
donde nacen esas palabras que van apareciendo
frente a mis incrédulos ojos,
y no me doy cuenta que somos todo una sola materia:
mis manos, mis ojos, mi voz, mis palabras
que no son mis palabras, porque también son de todos.

todos que también son otros
en otras noches, en otros amaneceres, 
en otras manos, en otras voces y lenguas...

que también son mi voz mi lengua mi verbo y verdad última:
                                                                                          la palabra.

no soy un número


no soy un número
qué soy entonces...?

un proyecto, una imagen, un destino...

la emoción de mi sangre
pesa más cuando menos lo espero,
uso saco y corbata
pero no soy un número,
creo que rompo la estadística
solamente para joderla un poco
quien me mira, no tiene idea de quien soy.
en realidad a veces no me interesa
solamente me interesa el mensaje
que quiero dejar...

pero algunos tan solo se quedan en la primera imagen
la imagen simple, sencilla, cómoda
que pueden catalogar, clasificar, poner en una cajita
entonces nos quedamos todos tranquilos...

"total el tipo usa saco y corbata, está todo bien,
es inofensivo..."

ellos nada saben que sucede detras de mis lápices y pinceles.

mucho mejor, mucho mejor amigo mío.

porque de esa manera puedo esparcir lenta, sutilmente
mis palabras, mis ideas a mi alrededor
a tu alrededor...
por eso si me ves cerca, quedáte tranquilo
porque trataré de alguna manera
de volarte la cabeza...

por eso te digo
no soy un número.

soy algo peor,
porque puedo ser lo que no te imaginás
.

miércoles, 1 de junio de 2016

pasan los dias

Y pienso que a nadie le importa demasiado lo que pasa alrededor suyo. Yo no estoy muy seguro de que me importe lo que suceda dos baldosas más allá. Pero entiendo que vivo en una "sociedad" y debo convivir con otros aceptándolos como son, aunque con ciertos reparos, por supuesto.
Las personas en la calle o donde sea, tienen sus propios problemas, eso lo entiendo, pero por lo visto también debo entender que sean groseros con los demás, tan solo porque los demás no seamos todo lo eficientes que ellos esperan.
Cuando esto me sucede en el trabajo hago un silencio para mí, miro a la persona a los ojos, le digo algo amable y permito que el día continúe. Así de simple.
Entiendo que algunas cosas no valen la pena, entiendo que estamos de paso y entiendo que la mayoría no entiende que está de paso y por eso no tiene sentido detenerme demasiado tiempo allí.
Un día de enero, con más de 30º C, caminé bajo un sol que te quitaba el aliento, justo a esa hora en que ni los pajaritos están bajo el sol. Habrán sido 15, 20 cuadras. Algunas más, algunas menos. Iba a un laboratorio a buscar unos resultados, de ahí y siempre caminando, al médico a mostrárselos para después ir a alguna farmacia a comprar el remedio correspondiente.
Otro día, esta vez de mayo, con poco más de 11º C, caminé bajo una persistente llovizna, aterido de frío, a esa hora en que nadie quiere salir a la calle. También fueron las mismas cuadras. Algunas más, algunas menos. Volví al mismo laboratorio, volví al mismo médico, también fui a alguna farmacia por el remedio.
¿Y por que recuerdo esto? Porque uno hace cosas de las cuales nadie tiene registro alguno. Porque uno hace cosas que no siempre significan algo. Porque uno hace cosas simplemente porque tiene que hacerlo, porque alguien debe hacerlo de todas maneras, porque si no las hiciera, nadie más lo haría y peor aún, a nadie le importaría demasiado.
Una atroz noticia por la TV, me da la verdadera dimensión del valor de la vida, o mejor dicho me recuerda el valor de la vida. Porque en realidad, supongo que cada uno sabe o tiene una idea de lo que vale su propia vida.
La vida es eso que pasa mientras planeamos nuestra vida, o dicho con ciertas célebres palabras: "La vida es aquello que te pasa mientras estas ocupado haciendo otros planes."
Y mientras planeamos la vida alguien decide por nosotros. Y cuando nos creemos ser libres, al menos por un ratito, no sabemos muy bien que hacer con nuestra vida. Nos atolondramos con nuestro propio tiempo sin saber muy bien que hacer, como hacer o con quien hacerlo. Nos creemos dueños de este pedacito de libertad que se nos dejó probar. Y nos creemos dueños de nuestro tiempo cuando en realidad el tiempo es una ilusión.
Entre el ayer que nos dejó y el mañana que es incierto y aún no llega, nos queda el hoy, que es lo único real que tenemos en nuestra vida. El hoy es el único momento sobre el cual podemos decidir, el hoy es lo único que tenemos a la mano.
Pasan los días, ciertamente, y pareciera que cada vez pasaran más rápido.
Estamos inmersos cada uno en su propia realidad, que en parte es propia y en parte es de otros. Hablamos de "mi realidad", "tu realidad", "su realidad". Cada quien vive su propia realidad como si fuera una burbuja, desde la cual asistimos a este espectáculo que es "la vida". Cada uno la interpreta a su manera y no hay una única manera de hacerlo. Y pareciera que todas son la correcta. Y supongo que eso sucede un poco por nuestra tendencia egocéntrica.
Puedo decir: todo sucede por una razón y esa razón pasa por mí interpretación. Y diciendo esto puedo decir que es así, pero que también no es así. Puedo decir que estoy en lo correcto, pero también puedo decir que estoy equivocado. Y que todo esto es verdad. Y que esta es la realidad. Al menos la mía, claro está, porque soy yo quien escribe.
Trabalenguas aparte, lo cierto es que me desvelan demasiadas cosas en la vida, como para poder irme a dormir tranquilo. Por eso es que no puedo dejar de pensar en algunas de esas cosas y una de las maneras en que no las dejo pasar, es escribiendo. Es mi manera particular de buscar, es mi forma de crear "mi realidad", de la cual participan otras tantas realidades.
Buenas noches y muchas gracias.