sábado, 10 de diciembre de 2016

Meritocracia

"En este país está mal visto que a alguien le vaya bien"
Esto lo escuché hace unos días dicho por alguien que conozco. Pero es un pensamiento generalizado que esbozan precisamente aquellos que han hecho bien algunas cosas, han tenido suerte y entonces les ha ido muy bien económicamente.
Acusan algo así como un estigma del éxito.
En primer lugar la gente habla por hablar y muchas veces sin saber de lo que habla. O que sabe a medias. Pero bueno cada uno expresa una opinión sobre aquellos "exitosos". Ahora está de moda el término "meritocracia". En palabras más llanas al "que se rompe el culo" está bien que le vaya bien.
Pero bueno también esto tiene que ver con lo prejuiciosa que es nuestra sociedad (léase nosotros mismos somos los prejuiciosos, no depositemos todo en esa estructura lejana).
A ese que le fue bien o muy bien le preguntaría si en algún momento tuvo dudas sobre aquello emprendido, sobre aquello o aquellas decisiones tomadas para estar donde está hoy.
Y vuelvo sobre meritocracia: "el logro de objetivos a través del esfuerzo personal".
Aparentemente y de acuerdo a lo que se desprende de la idea expuesta arriba, este sistema plantea alguna fisura, más allá de que se la utilice para vender productos de lujo, un automóvil sin ir más lejos en "nuestra sociedad de consumo".
A veces pienso que nadie hace lo que hace por sí mismo. Que alcanzar un objetivo es un proceso en el cual han intervenido muchos actores y que la victoria que se reclama como personal es en realidad el fruto de varias voluntades, la de uno pero también de muchas otras, necesarias para el logro de ese objetivo. 
Y siempre siguiendo el camino de la honestidad, el respeto, la generosidad y otros valores positivos que también son importantes para que ese logro sea realmente merecido y disfrutado.

viernes, 7 de octubre de 2016

Sumergido...

Sumergido en mis pensamientos, me descubro rodeado de gente que no me importa más allá de estas cuatro paredes que constituyen "el trabajo".
Son personas cuyas vidas me son indiferentes, y a las cuales no me une absolutamente nada.
O también puedo decir que no me une a ellas nada más allá de este lugar y lo que el mismo implica.

domingo, 21 de agosto de 2016

Tarde, de noche... muy tarde.

Tarde, muy tarde en esta noche fría de invierno oyendo voces antiguas, trayéndome recuerdos que no me pertenecen a cambio de olvidar los propios. Una y otra vez me encuentro sin salida. Perdido en mi propio laberinto. Buscando sin remedio, sin descanso, sin saber lo que necesito. 
Invoco en esta noche viejos fantasmas para que me acompañen.Me siento solo y con ellos la soledad no se me anima. O es lo que creo o quiero creer. 
Las voces insisten en quedarse aunque quiera quitármelas de la cabeza. 
Tal vez no sea el camino ni la manera, pero es lo que respiro y lo que soy. 
Tengo apenas medio siglo y no aprendí nada.
Tengo canas en la cabeza que no me han agregado nada. 
Ciertos dolores me han marcado para siempre. 
¿Por qué será que el mundo está al revés? ¿Por qué será que vine a destiempo? 
Mi cuerpo ya no es el mismo, lo siento invadido de pesares, penas que pensé ya se habían ido.
Me equivoqué. Han permanecido todo este tiempo entre mis huesos, mis músculos, mis manos, detrás de mis ojos, dentro de mi corazón.
Me cuesta respirar y reponerme, me pesa más el cuerpo y siento que mis sueños comienzan a quedarme grandes. Se hacen cada vez más distantes a pesar que quiera atraparlos aquí.
La respuesta es: no siempre hay respuestas.






lunes, 1 de agosto de 2016

Algunas palabras desde la reflexión y la bronca.

A veces me pongo a pensar en mi lugar de trabajo, el cual tiene que ver con la atención al público. Trabajo para una empresa multinacional, con sedes en varios países de Latinoamérica, con miles de empleados en cada país, que tienen distintos niveles de responsabilidad dentro de esa estructura empresaria. Y creo que el mayor incentivo que hay es el miedo. Infundir miedo a perder el trabajo, es el mayor recurso que tiene una empresa para ejercer el control. La línea jerárquica, además de sostener la estructura de trabajo de la empresa, se encarga de esta función, ya que es a través de esta cadena de jerarquía que va bajando esta directiva no escrita, no dicha, pero sugerida. Por más que aparezcan realizando acciones que pretendan mantener y aglutinar a los empleados bajo la "identidad" de la empresa, y a pesar que el capital "humano" es el mayor recurso que tiene la misma, no duda en desestimarlo si así lo cree necesario ya sea porque debe reestructurarse, ya sea porque lo considera "una amenaza" a la estabilidad, porque considera que algunos de ellos son conflictivos. Tal es la importancia de los trabajadores que cuando comienzan a preguntarse que tan importantes son para la empresa para la que trabajan, la empresa se incomoda y pone nerviosa.
Cada vez que se pretende alguna clase de mejora, beneficio, aumento en premios deben someterlo a una larga e interminable consulta con sus superiores. Las respuestas se hacen demorar. O las respuestas son insignificantes.
El departamento de "recursos humanos" es la voz oficial de una empresa, se encarga de transmitir los lineamientos. De comunicar: la misión, la visión, los valores. Cuando uno lee el significado que la empresa le da a estas palabras, se encuentra con palabras vacías porque ellos mismos se encargan de vaciarlas de contenido, de significado. No son los empleados los que atentan contra esa misión, los que tergiversan la visión, los que traicionan esos valores. Por un lado dicen sostenerlos, pero en sus acciones diarias, en sus conductas se encargan de demostrar que no creen en eso que sostienen. Permanentemente apelan a un doble discurso, a una doble moral, a una falsa ética de trabajo.
Cuando leo como se desarrolla una empresa, como se organiza, cuales son sus objetivos, veo que pasan por alto lo más importante que tienen y es la gente que día a día mantiene con los hombros de su trabajo, precisamente los logros de aquellos encumbrados ejecutivos que dirigen los destinos de tal o cual empresa. Ninguna empresa podría sostenerse sin el arduo trabajo diario, de anónimos empleados que no figuran en los balances, en los informes anuales, en los rankings, en las noticias que se publican en revistas de negocios.
Supongo que es parte de esta sociedad occidental, competitiva y comercial en la que vivimos que al trabajador, no se le de el lugar creo que merecen, por ser los verdaderos artífices del crecimiento de una empresa. Y dicho esto, pienso que tampoco quienes ostentan el poder de esas empresas no reconocen el verdadero valor de los empleados, al no pagar aquello que ellos merecen, ya que es muy injusto el intercambio que hay entre el tiempo de trabajo físico, mental y espiritual y la remuneración económica que perciben. ¿Quién puede medir cuanto vale el esfuerzo diario de un trabajador, para que arbitrariamente reciba una determinada cantidad de dinero, por ese esfuerzo por parte de su empleador? Quienes son los encargados de decidir lo que percibimos a cambio de nuestro trabajo, saben bien del esfuerzo y sacrificio de un trabajador, pero parece no importarle demasiado.
Lo último que me queda por reflexionar por esas horas, es que la lucha del trabajador no debe abandonarse nunca. Los derechos jamás deben resignarse a cambio de mantener la fuente de trabajo. Porque es algo que por estos momentos, corre como un mensaje entre líneas por parte de las jerarquías de las empresas, y aún de ciertos "representantes sindicales" que también sugieren bajar un poco los decibeles de los reclamos.
Buenos días.



martes, 28 de junio de 2016

El dulce de peras de la tía Elvira.

El caminito que formaba el agua de lluvia cuando caía y corría por el patio de tierra. Salían pequeños sapitos, montones, saltando por todas partes. Y nosotros corriendo, chapoteando agua todos los primos. Aquellas lluvias veraniegas hacían brotar la frescura del monte de eucaliptos que rodeaban las pequeñas casas de adobe donde vivíamos.
Eran realmente construcciones precarias, muy bajas con techo de paja y pisos de tierra. La más importante era por supuesto la cocina. Luego estaban los dormitorios o piezas como les llamábamos que era donde dormíamos. Había otra construcción más donde se guardaban cosas, y una habitación grande casi en el medio, construida con ladrillos y techo de chapa. Recuerdo un campo inmenso rodeando todo eso. Un arroyito cerca. Unas pocas vacas en un corral. Y la ruta 14 en el horizonte tan cerca y tan lejos, con camiones, micros y automóviles yendo y viniendo.
Pero las vacaciones en Chajarí, Entre Ríos fueron una sola y me duraron toda la infancia entre los 5/6 años y hasta los 13/14 años más o menos y supongo que se terminaron cuando me di cuenta que estaba creciendo.
Mis recuerdos son solo míos pero se formaron junto a los recuerdos de otras personas. En este caso tíos, primos (y muchos), padres, abuelos y un montón de gente más que no recuerdo quienes eran, pero que estuvieron ahí para mí, para que esos recuerdos hayan sobrevivido hasta hoy.
Las personas cambiamos a lo largo de la vida y solo en la memoria permanecemos inalterables. En los recuerdos permanecen, perduran eternos aquellos que estuvieron allí para nosotros.
Veranos diferentes están hoy fusionados en un solo. Es como haber hecho todo, haber pasado  de todo en un solo lugar mágico, en un tiempo sin tiempo donde días, noches, tardes, amaneceres, atardeceres se suceden indefinidamente por que sí o quien sabe por qué.
De aquellos días me han quedado montones de recuerdos imborrables. Aquellos con quienes compartí esos días hoy son prácticamente desconocidos, siendo que la mayoría son familia, unos más cercanos que otros. Muchos, muchísimos ya no están. Si tuvieran una gran fotografía frente a mí, podría señalar quienes viven, quienes no y quienes simplemente se han desvanecido, desaparecido de mi vida sin dejar rastros.
Recuerdo la eterna cocción del dulce de peras de la tía Elvira. La canasta plástica de huevos que iba a buscar a una casa vecina, cruzando un campo y algunos alambrados y cuando llegaba a esa casa, me encontraba con unos gringos flacos muy simpáticos, de gestos exagerados y tonada campechana; preguntándome por toda la familia. El arreo de las vacas al atardecer. Recuerdo los desayunos de leche recién ordeñada y hervida, con chocolate Toddy. Recuerdo los árboles de mandarinas que me dejaron cicatrices en las piernas por robarles algunas. Recuerdo los jardines llenos de mariposas. Recuerdo los trozos de madera petrificada. Recuerdo las noches con tantas estrellas como jamás en mi vida volví a ver. Eso extraño. El olor nocturno a flores, a campo, a bosta de vaca. Los grillos, las luciérnagas inmensas, esas luciérnagas grandotas con dos ojos luminosos, atravesando en vuelo la noche. Y de vez en cuando los micros y camiones roncando lejos, en ese horizonte lejano que era la ruta 14. Todo eso podía ver. Era realmente como estar sentado al borde del universo. Y lo mejor era no saberlo, no tener conciencia ni noción de lo que estaba sucediendo ahí. Porque ese niño ingenuo y tonto  se quedó allí para siempre y de tanto en tanto, como ahora, me envía estos mensajes para que no me olvide de el.
Y ese dulce hecho con peras verdes, cocido una y otra vez para que se concentre el sabor. Y el queso casero de sabor fuerte y los salames de olor penetrante y esos huevos fritos, enormes con yemas rojas. Y las tortas fritas de los días de lluvia.
Todo eso no se cansa de volver a mi mente una y otra vez. Pero lo cierto es que nada queda por hacer más que sentir nostalgia por todo aquello que irremediablemente se ha ido para siempre. La tristeza se mezcla con la emoción y todo eso ocupa un lugar ahora en mi mente. Pero no es lo único que permanece. Porque de todo eso algo quedo en mi vida supongo y forma parte de mi ahora.
El dulce de peras verdes de la tía Elvira sigue cocinándose sobre la cocina a leña para siempre. Recuerdo sus ojos azules, su pelito canoso, sus manos huesudas y flacas, curtidas y endurecidas por la vida difícil. Dicen que anduvo a caballo hasta poco tiempo antes de irse.
La infancia es lo que nos marca. Lo que nos define es todo aquello que nos sucedió en ese lugar, ese tiempo, ese espacio sin edad. De ahí en adelante la vida es otra, la realidad se adueña de ese lugar mítico y nos da sopapo tras sopapo para hacernos despertar.
A veces esa realidad gana. Pero el dulce permanece hirviendo sobre el fuego que jamás se apagará. O al menos eso es lo que yo creo y con eso me basta.
Buenas noches.

lunes, 20 de junio de 2016

Día del padre

Ya son las últimas horas del día. Ha sido un buen día. Me han hecho regalos. Me considero realmente afortunado por la familia que tengo. Puedo decir sin ponerme colorado que soy feliz.
El día pasó más rápido de lo que hubiera deseado. Y esperaba el día con ansiedad. Debe ser que con los años uno se pone sensible. O mejor dicho, más sensible que de costumbre. Porque aunque no lo parezca, soy un tipo sensible.
Ciertos momentos hoy son más significativos que antes. Lo vengo notando hace ya algunos años. Me pongo a ver viejas fotografías y me emociono porque me traen recuerdos, gratos recuerdos de felicidades pasadas y un poco olvidadas. 
Pero con la velocidad de lo cotidiano, se pierde la perspectiva de la vida. Lo que es verdaderamente importante, se tiene que abrir paso como puede, entre las urgencias de todos los días. 
Tengo una memoria pésima y tiendo a olvidar cosas que me sucedieron. Y tengo que hacer un esfuerzo por recordarlas. 
Y entonces aparece mi infancia en breves pantallazos, aparecen en mi mente pedacitos de recuerdos, que se quieren aferrar a mi memoria con uñas y dientes. Y aparece mi juventud y tiene que hacer lo propio para perdurar al menos en fragmentos, añorados fragmentos de mi propia vida. Y aparecen entonces mis años de adulto, los últimos, que también no pueden ser menos importantes y tienen el mismo derecho que cualquier otro momento de mi vida a permanecer en mi memoria. 
Cada vez que mi hija Mili me abraza (y que debo decir no son tantos como quisiera) me devuelve un poco de vida. Me devuelve un poco de esa felicidad, esa alegría que la vida se va llevando inevitablemente. Una sola mirada suya me hace sentir bien, me convence de que hay un mañana esperándome. Hace 18 años que fui bendecido con su presencia en mi vida. Y cada lágrima suya a lo largo de este tiempo, hoy lo siento como una deuda hacia ella. Y por eso siento que me queda tanto que hacer por ella. 
El día fue demasiado corto. Y agradezco haber tenido la suerte infinita de haber estado con dos de las personas que más amo en la vida. Sigo diciendo que soy muy afortunado.
Pero no puedo hacerme el distraído y pretender que hay cosas que no han sucedido o que no suceden. Hay ciertas cuestiones que están sin resolver y eso me desvela. Las siento como una espina atravesada aquí, a la altura del pecho. Supongo que la culpa es el precio a pagar por tantas malas decisiones. Y no puedo evitar sentirla.
Pero hoy ha sido un día especial. Uno de esos que no se quieren terminar. Tal vez por eso me haya desvelado y estoy escribiendo, precisamente para no terminarlo. Tal vez porque la noche me dicta estas palabras que tengo atravesadas en mi corazón. Tal vez porque tengo en mi mente tantas imágenes, tantos recuerdos en mi corazón es que no puedo ni quiero terminar este día. 
Promediando este año tan difícil, tan duro, tan injusto, tan doloroso y aún sabiendo que queda tanto por delante, no puedo dejar de recordar a mi papá. Lo pienso muy seguido, lo recuerdo con este sentimiento de deuda hacia el, que no puedo evitar. La última imagen suya, las últimas palabras que le oí, fueron una promesa rota de volver a vernos. Es terriblemente triste, pero hay veces que la vida no da segundas oportunidades y cuando las da, no nos damos por enterados. Mi viejo se fue y no puedo dejar de pensar, que sus últimos pensamientos, quizá hayan sido para nosotros. Pero es irremediablemente tarde. Y por eso valoro cada abrazo que me da Mili, por eso quiero atesorar cada momento con ella y por eso me resulta difícil verla crecer. Es que es tan difícil soltarle la mano. Es tan duro verla golpearse, verla lastimarse. Me parece que fue ayer cuando la dormía sobre mi pecho aquellas queridas siestas que solíamos hacer con ella, cuando todavía era tan chiquita.
Pero hay que continuar, es lo único que tal vez nos redima de tantos errores. Hay que seguir por este camino y lo bueno es tener una motivación, un propósito. 
Esta fotografía la hizo Mili a su abuelo, mi papá, don José. La hizo cuando tenía unos 10 años. Esta noche la comparto porque no quiero dejar pasar este momento especial. 
Feliz día allí donde estés. A pesar de todo, gracias.

sábado, 18 de junio de 2016

reflexiones de un desvelado

a veces cuesta encontrar las palabras exactas para describir una emoción, un sentimiento, un instante, es como describir una lágrima, un beso, una sonrisa...
ser humano es estar vulnerable casi todo el tiempo, como recien nacido
expuesto a la realidad.
yo me alegro por esto, por ser sensible, no susceptible (que es otra cosa)
me alegro por levantarme cada dia y tener una mente para poder discernir
esta y otras cosas.
mientras tanto, camino por la espalda de esta vida
sorprendiendome por el sol cada mañana,
por los ojos de mi niña...
gracias

2:55

las palabras demoran en salir de su escondite
la mente no puede liberarlas
porque no encuentra la manera de mostrarles el camino.

desde mi lugar escucho los autos
mientras atraviesan el acceso
ignorantes de las almas solas que sobreviven.

mis manos un poco entumecidas
desenriedan palabras en la pantalla que titila
mientras el humo del café hace rato me abandonó.

trato de mantener los ojos abiertos
el mayor tiempo posible
para no perderme nada del mundo,
digo, los ojos del alma...
pero aún así, las cosas suceden a mi alrededor
y nada puedo hacer...
arena entre los dedos, aliento que sale de mis pulmones
voces aleteando entre los árboles...

de pronto esas voces
amanecen en mi ventana
despertando posiblemente al sol
tal vez arrullando el sueño de la luna...

los dígitos que marcan la huída del tiempo
siguen su camino eterno
yendo a ninguna parte, sin apuro, sin pausa.

es la hora donde la única voz que oigo
es la voz de la verdad
la única que puedo oir sin mayor esfuerzo
porque proviene de alguna parte dentro mío.

realmente me gustaría conocer ese lugar
donde nacen esas palabras que van apareciendo
frente a mis incrédulos ojos,
y no me doy cuenta que somos todo una sola materia:
mis manos, mis ojos, mi voz, mis palabras
que no son mis palabras, porque también son de todos.

todos que también son otros
en otras noches, en otros amaneceres, 
en otras manos, en otras voces y lenguas...

que también son mi voz mi lengua mi verbo y verdad última:
                                                                                          la palabra.

no soy un número


no soy un número
qué soy entonces...?

un proyecto, una imagen, un destino...

la emoción de mi sangre
pesa más cuando menos lo espero,
uso saco y corbata
pero no soy un número,
creo que rompo la estadística
solamente para joderla un poco
quien me mira, no tiene idea de quien soy.
en realidad a veces no me interesa
solamente me interesa el mensaje
que quiero dejar...

pero algunos tan solo se quedan en la primera imagen
la imagen simple, sencilla, cómoda
que pueden catalogar, clasificar, poner en una cajita
entonces nos quedamos todos tranquilos...

"total el tipo usa saco y corbata, está todo bien,
es inofensivo..."

ellos nada saben que sucede detras de mis lápices y pinceles.

mucho mejor, mucho mejor amigo mío.

porque de esa manera puedo esparcir lenta, sutilmente
mis palabras, mis ideas a mi alrededor
a tu alrededor...
por eso si me ves cerca, quedáte tranquilo
porque trataré de alguna manera
de volarte la cabeza...

por eso te digo
no soy un número.

soy algo peor,
porque puedo ser lo que no te imaginás
.

miércoles, 1 de junio de 2016

pasan los dias

Y pienso que a nadie le importa demasiado lo que pasa alrededor suyo. Yo no estoy muy seguro de que me importe lo que suceda dos baldosas más allá. Pero entiendo que vivo en una "sociedad" y debo convivir con otros aceptándolos como son, aunque con ciertos reparos, por supuesto.
Las personas en la calle o donde sea, tienen sus propios problemas, eso lo entiendo, pero por lo visto también debo entender que sean groseros con los demás, tan solo porque los demás no seamos todo lo eficientes que ellos esperan.
Cuando esto me sucede en el trabajo hago un silencio para mí, miro a la persona a los ojos, le digo algo amable y permito que el día continúe. Así de simple.
Entiendo que algunas cosas no valen la pena, entiendo que estamos de paso y entiendo que la mayoría no entiende que está de paso y por eso no tiene sentido detenerme demasiado tiempo allí.
Un día de enero, con más de 30º C, caminé bajo un sol que te quitaba el aliento, justo a esa hora en que ni los pajaritos están bajo el sol. Habrán sido 15, 20 cuadras. Algunas más, algunas menos. Iba a un laboratorio a buscar unos resultados, de ahí y siempre caminando, al médico a mostrárselos para después ir a alguna farmacia a comprar el remedio correspondiente.
Otro día, esta vez de mayo, con poco más de 11º C, caminé bajo una persistente llovizna, aterido de frío, a esa hora en que nadie quiere salir a la calle. También fueron las mismas cuadras. Algunas más, algunas menos. Volví al mismo laboratorio, volví al mismo médico, también fui a alguna farmacia por el remedio.
¿Y por que recuerdo esto? Porque uno hace cosas de las cuales nadie tiene registro alguno. Porque uno hace cosas que no siempre significan algo. Porque uno hace cosas simplemente porque tiene que hacerlo, porque alguien debe hacerlo de todas maneras, porque si no las hiciera, nadie más lo haría y peor aún, a nadie le importaría demasiado.
Una atroz noticia por la TV, me da la verdadera dimensión del valor de la vida, o mejor dicho me recuerda el valor de la vida. Porque en realidad, supongo que cada uno sabe o tiene una idea de lo que vale su propia vida.
La vida es eso que pasa mientras planeamos nuestra vida, o dicho con ciertas célebres palabras: "La vida es aquello que te pasa mientras estas ocupado haciendo otros planes."
Y mientras planeamos la vida alguien decide por nosotros. Y cuando nos creemos ser libres, al menos por un ratito, no sabemos muy bien que hacer con nuestra vida. Nos atolondramos con nuestro propio tiempo sin saber muy bien que hacer, como hacer o con quien hacerlo. Nos creemos dueños de este pedacito de libertad que se nos dejó probar. Y nos creemos dueños de nuestro tiempo cuando en realidad el tiempo es una ilusión.
Entre el ayer que nos dejó y el mañana que es incierto y aún no llega, nos queda el hoy, que es lo único real que tenemos en nuestra vida. El hoy es el único momento sobre el cual podemos decidir, el hoy es lo único que tenemos a la mano.
Pasan los días, ciertamente, y pareciera que cada vez pasaran más rápido.
Estamos inmersos cada uno en su propia realidad, que en parte es propia y en parte es de otros. Hablamos de "mi realidad", "tu realidad", "su realidad". Cada quien vive su propia realidad como si fuera una burbuja, desde la cual asistimos a este espectáculo que es "la vida". Cada uno la interpreta a su manera y no hay una única manera de hacerlo. Y pareciera que todas son la correcta. Y supongo que eso sucede un poco por nuestra tendencia egocéntrica.
Puedo decir: todo sucede por una razón y esa razón pasa por mí interpretación. Y diciendo esto puedo decir que es así, pero que también no es así. Puedo decir que estoy en lo correcto, pero también puedo decir que estoy equivocado. Y que todo esto es verdad. Y que esta es la realidad. Al menos la mía, claro está, porque soy yo quien escribe.
Trabalenguas aparte, lo cierto es que me desvelan demasiadas cosas en la vida, como para poder irme a dormir tranquilo. Por eso es que no puedo dejar de pensar en algunas de esas cosas y una de las maneras en que no las dejo pasar, es escribiendo. Es mi manera particular de buscar, es mi forma de crear "mi realidad", de la cual participan otras tantas realidades.
Buenas noches y muchas gracias.





sábado, 21 de mayo de 2016

poema nocturno

y me sigo buscando, una vez más, sin descanso
tal vez sin esperanzas
revolviendo entre despojos
olvidados y desteñidos
alguna palabra
que describa mis sentimientos
treinta años después de haber comenzado.

viernes, 13 de mayo de 2016

El banquete

Después de comerse el sandwich de mortadela abrió el paquetito que tenía al lado del vaso. Quedaron expuestos al aire caliente de enero y sobre el papel desarrugado un pedazo de queso fresco y otro de dulce de membrillo. Ese postre se lo había prometido a sí mismo varios días atrás, mientras juntaba las porquerías de siempre en su carro. Con lo que había juntado ese día, pudo comprarse el cartón de vino, las dos flautas de pan, los doscientos gramos de mortadela y el postre, el pedazo de queso y el de dulce de membrillo.
Con un cuchillo gastado, que levantó de un baldío alguna vez, cortó un pedazo de dulce y otro de queso y mientras se lo llevaba a la boca tuvo que espantar las moscas que estaban sobre la mesa, detrás de las migas de pan y de alguno que otro pedacito de grasa de la mortadela.
Hacía mucho que no comía dulce de membrillo y casi no recordaba su sabor. Mientras lo masticaba junto con el queso, las moscas regresaron y descubrieron algo más: el queso y el dulce. Pronto prefirieron el dulce, era más atractivo.
Las moscas fueron recorriendo la pegajosa superficie del membrillo y con sus pequeños aparatos bucales lo lamían gustosas. Ellas también hacía tiempo que no lo probaban y se veían muy contentas por semejante manjar, imposible de resistir. Saltaban de acá para allá, se perseguían unas a otras, iban y venían volando. Pronto la noticia del descubrimiento se extendió por toda la comunidad alada y desde varios lugares fueron llegando, aumentando el número de invitadas.
Las que iban pronto se mezclaron con las primeras. Las había de varios colores y tamaños, negras, azules, verdes, pequeñas, medianas, grandes. Las había ruidosas y silenciosas.
El pobre hombre, que ya había tragado el bocado que tenía en la boca no se atrevía a espantar las moscas. Y no le quedó otro remedio que observar semejante espectáculo.
las moscas, indiferentes a su involuntario anfitrión, continuaban saboreando el dulce, y el queso fue lo único que pudo comer, casi resignado.
Pero cada vez llegaban más y más moscas, enteradas de la dulce novedad, no podían perderse tamaña fiesta y el mosquil bullicio era terrible. La algarabía de los voraces insectos era total. Estos fueron agrupándose de acuerdo a tamaño y sub-especie. En cuanto alguna mosca ingresaba a un grupo ajeno, las demás se lo hacían saber, algo curioso pero no extraño.
La realidad de nuestro hombre se había tornado, por llamarla de alguna manera, inverosímil. Y lo cierto era que esos intrusos estaban acabando con su postre, sin contar con el infernal ruido que llenaba su casucha. El había ganado su dinero y merecía disfrutar de ese postre comprado con aquel. Pero qué podía hacer, más que mirar sin proferir queja alguna.
Habiendo transcurrido ya una hora desde la llegada del primer grupo de moscas, el dulce había desaparecido literalmente bajo la compacta cubierta de moscas. El sabía, o al menos sospechaba, que el pedazo de dulce aún estaba ahí aunque no pudiera verlo.
Ya las moscas estaban exactamente diferenciadas por grupos y constituían en su totalidad una perfecta masa depredadora.
Esa tarde de enero transcurría indiferente al drama que atormentaba al pobre tipo. Las moscas seguían llegando y se superponían a las que ya estaban. El, sin saber ya que hacer, se sirvió otro vaso de vino y lo bebió casi sin respirar, mientras tanto frente a él, las moscas continuaban con su bullicioso banquete.
El calor ya no le molestaba, tal vez el vino frío había hecho que lo obviara, tal vez el sentimiento que se iba apoderando de él, mezcla de bronca, impotencia, era el responsable. Pero lo cierto era que se estaba quedando sin postre por culpa de las moscas ¿o era suya la culpa?
Entonces, reaccionó de repente. Se sacó la alpargata y pensó que prefería quedarse sin dulce a que se lo terminaran de comer las moscas. Con su raída alpargata asestó un terrible golpe sobre el montículo de moscas. Algunas pudieron volar a tiempo, pero la mayoría quedó ahí. Muchas quedaron incrustadas, sepultadas, inmóviles en el dulce. Otras, que apenas aleteaban, caían sobre el papel, quedando quietas luego de un instante. Fue una verdadera masacre. El hombre miró la suela de la alpargata y vio adheridas a ella, una masa pegajosa de dulce y moscas. Volvió a golpear más fuerte que antes y sin mirar la escena, se calzó la alpargata nuevamente, terminó el vino y salió afuera. 
Sobre la mesa, quedó el papel, soportando una masa viscosa, que supo ser dulce de membrillo alguna vez. Encima de esto quedaron las moscas aplastadas. Pronto regresaron aquellas que habían logrado escapar de la matanza y volvieron con muchas otras para dar cuenta del resto de dulce que había quedado. Y ahí mezcláronse con las menos afortunadas que estaban despanzurradas en medio del dulce, a poco comenzó a crecer nuevamente el número de moscas, sobre lo que quedaba del dulce. Se formó nuevamente una definida masa depredadora y ya nada ni nadie las molestó.




martes, 10 de mayo de 2016

poema del último domingo de verano (II)

buscando palabras 
para describir este día, este momento, esta sensación,
debo decir, no sin pena, 
que no las encuentro.
mi corazón late
porque el sol hace amanecer 
un nuevo día cada día.
mi corazón late 
porque veo una sonrisa
que me da fuerzas
para que siga latiendo
palabras sobre un papel cualquiera.

poema

temo el desierto
que puede crecer
en mi lengua desprevenida
temo la muerte
de aquellos tiernos brotes
que como poemas
muertos al nacer
me dejen sin descendencia poética.

poema

cultivo palabras
con el valor de aparecer
como si nada 
hubiera pasado
palabras con el tupé irreverente
de las cuestiones de poca importancia
pero que sin ellas
no viviríamos.

poema

me susurraré
al oído
aquellas queridas palabras
que tanto anhelo oír
cuando no queda
más que decir
una vez me vuelve en mí
una vez que vuelve
una y otra vez
volviéndome fértil 
de ideas que brillen 
como bichos
deseosos de abandonar
mi cabeza
montadas en veloces palabras
buscando oídos desconocidos
capaces de caer
por su propio peso específico
de verdades eternas y efímeras
a la vez

viernes, 29 de abril de 2016

uno más

quizá una canción pequeña, olvidada
el último rayo de sol del verano
una sonrisa mal disimulada
vocesitas y risas entre sueños
el aletear de los pájaros del alma
la inquietud nunca conquistada
silenciosos paseos entre los árboles de otoño
todo esto guardado en un baúl
escondido en alguna habitación del alma
¡quién pudiera encontrarlo!
pero todo se pierde al final del camino
al otro día uno olvida lo que soñó
toda la historia comienza de nuevo
y en verdad
¿a quién le importa morir un poco cada vez?

veo tus ojos

veo tus ojos
lentos y distantes
manejando los tiempos
con exactitud.
¿sabe alguien más
de qué habla tu cuerpo
cuando tiembla atravesado 
por el mío?
seguramente no debí ser el primero
pero ya no tiene importancia,
sí la tiene la luna
que visitamos cada noche
porque ella sí sabe de nosotros,
su luz nos rodea cada vez que somos uno
es que la luna sabe aún lo que no decimos
aún lo que no sabemos decir
aún lo que no soñamos,
siempre los supo
porque con ella los amantes
no tienen secretos.

por la boca de su herida

por la boca de su herida
chorreaban las palabras de su corazón
sin otro destino que la muerte
y prefirió esto, al silencio impuesto
por la indiferencia de todos.
entonces la sangre de su dolor
bañó las calles, desparramando su voz
contagió con su virus las bocas ajenas
abriéndolas en crudas heridas, pero reales
entonces su muerte engendró
la vida de otras voces
parecidas a la suya, en el dolor elegido
fueron muchos los corazones que heridos
parían las palabras de la verdad
golpeando la conciencia del hombre...
pero alguien más ha muerto hoy
y son muchos los que siguieron al primero
pero muchos más serán todavía
los que en su memoria
abrirán la boca de su herida.

el cálido despertar de un día

los pájaros conducen el alma
hacia las nubes de tu paraíso.
a grandes tragos se beben
el azul de tu respiración
                                      mezclada
con el rocío de todas las mejores madrugadas
para vos despiertas, aún antes que Dios.
de casualidad camino por esa vereda
para ver lo que dice ésta mañana,
solo porque soy humano
puedo ser testigo alucinado
de este instante,
buenos días mi sol
                              buenos días.

jueves, 28 de abril de 2016

lo supe una tarde

una tarde
cayendo por el borde de la ventana, abierta
por vos;
jamás supe cuando llegaste
no importa
tampoco supe que te fuiste.
cavilantes anocheceres impedían
el olvido, a través
de la memorización de tu inquieta geografía.
nada era imposible entonces
abrir y cerrar los ojos a tu lado
era tan común como 
cerrar y abrir los ojos a tu lado.
una copa bien servida
a orillas del anochecer
era parte de la habitual ceremonia
aprendida de vos;
por eso me pregunto:
¿cómo poder encontrar el camino a casa?
es que salí a la calle y todo cambió
todo es extraño ahora, si
como si faltara algo en el horizonte
quizá la dolorosa ausencia
que ocupaba espacios
cada vez más preciosos
en mi historia; finalmente
uno descubre que ama a alguien
en el preciso instante
que lo  pierde.

aparece la punta de una sombra

aparece la punta de una sombra
debajo de la puerta
todo está como lo dejaste
tus manos arreglaron las flores
antes de irte
antes de reír por última vez
bajo el mismo techo
que habito;
solo la luz del sol
entra a la habitación conmigo
ya no queda recuerdo alguno
ninguno se atrevió a permanecer
por más tiempo encerrado en el ropero
perdón
no tenía mejor lugar donde guardarlos
¿quién sabe de qué se trata?
los vecinos ya no golpean las paredes
tampoco se mueve la cama
cuando me acuesto boca abajo;
alguien estuvo antes aquí
pero ya no recuerdo quien fue
pero quien haya sido, dejó su puñal
guardado en mi pecho por algún tiempo
solo espero recuerde venir a buscarlo
hasta entonces dejaré mi cigarrillo encendido
como ella solía dejarlo
al quedarse dormida
después de hacerlo.

como si nada

la tarde fue cayendo
lenta.
como la respiración de un niño dormido
por la ventana abierta, entraba
la tibieza vestida de rojo.
todo anunciaba que el verano se iba:
los colores
los pájaros
los árboles
los perfumes,
estaba recogiendo sus cosas.
desde la ventana podía ver todo
ahí estaba, casi triste, con el paso cansado
avanzando hacia otros lugares
distantes y fríos aún
marzo apuraba sus días
para traer el otoño aquí
como cada año.
alguien que se va
alguien que regresa
esa es la vida
                     nada más.



sábado, 9 de abril de 2016

Sobre la fragilidad de la vida

La vida es tan frágil como las alas de una mariposa y tan fuerte como los lazos de amor de una madre con su hijo deseado.
La vida es un misterio desde siempre, pero son solo palabras hasta que la vida de alguien muy cercano se detiene, comienza entonces otra cosa.
Un proceso de duelo que cada uno atraviesa como puede y con lo que tiene a mano.
"Ante la muerte, la poesía pierde el habla" escribí alguna vez.
Todo el tiempo vienen a mi mente recuerdos. No dejo de ejercitar la memoria, aun en contra de mi voluntad, porque no todo el tiempo quiero recordar. No quiero recordar todo. Pero es inevitable, los recuerdos están ahí y yo estoy permeable a ellos.
Tuve un sueño. Supongo que un sueño es la mejor manera de reencontrarme con aquello inconcluso, con aquello que quedó por decir, con eso que quedó pendiente y que de otro modo nunca hubiera completado el círculo. Aunque también es cierto que es posible que no haya tal círculo, no haya ningún cierre y haya permanentemente un intento de llegar a alguna parte como podemos. Y tal vez entonces sea bueno no quedarnos dando vueltas en ese círculo eterno expiando una supuesta culpa que existe.
Entonces ¿que es un sueño? Un anhelo profundo, tal vez, de cerrar una herida, viendo las cosas como realmente son : irreversibles.
Mamá ya no es esa mamá que podía cuidar de nosotros, porque ni siquiera puede cuidar de si misma por culpa de una enfermedad que se la está llevando de a poco.
Papá ya no está, se fue de repente y solo me quedó de el una promesa de vernos pronto. Y tal vez fue así, porque lo vi en sueños y en sueños volví a llorar sin consuelo. Eso dije en sueños: "Que desconsuelo".
Eso es lo que siento: mamá está pero es como si no estuviera y papá ya no está más. Sinceramente no queda mucho que yo pueda hacer con eso.
Sentarme y seguir lamentándome o levantarme y continuar porque entonces cuando veo feliz a Mili, me doy cuenta que yo tengo el poder de cambiar una historia, de hacer que continuar valga la pena. Porque si la veo feliz entonces,  me digo que algunas cosas las estoy haciendo bien y lo hago por ella y en honor a aquellos padres que tuve alguna vez.

El albañil

El frío metal indiferente
muerde las manos desnudas
                                             del albañil
que levantado antes que el sol
viaja colgado en trenes y colectivos
buscando el pan, siempre escaso
                            siempre esquivo
que alimente a sus hijos
que sueñan sueños donde su papá
juega con ellos y ríe a carcajadas
porque en realidad no sueñan con juguetes y computadoras
sino con poder abrazar a su envejecido papá
quien apenas le deja un nudito
en la sábana para decirles que está
aún cuando no está
papá siempre está y los tapa con amor
para que crezcan y tengan sueños
de vidas sin hambre ni ausencias.
En todo esto piensa el albañil
mientras los chicos sueñan sus sueños 
de besos y abrazos
mientras el cemento, la cal
se comen sus manos de papá
labrando huellas de injusticia y dolor...

Sobre el futuro

El futuro llegó hace rato, pero
no era como nos contaron
no era como esperábamos
no era como imaginábamos
no era como creíamos...
pero ahí está el futuro
en ojotas y camiseta
ya echó algo de panza
y bosteza aburrido
hace rato.

jueves, 7 de abril de 2016

Oportunidad

Es verdad eso de que la vida es eso que pasa mientras nos ocupamos de proyectarla, mientras hacemos otra cosa.
Cada fotografía es única porque cada momento de la vida es único y esta es la fotografía que me interesa.
La fotografía de lo espontáneo, de lo cotidiano, el famoso "capturar el momento" es lo que me interesa.
La vida es eso que pasa mientras nos preparamos para hacer la fotografía "perfecta", balanceada, equilibrada, bien compuesta y expuesta, con el tiempo correcto y la apertura buscada.
Por eso siento, pienso que buscando esa fotografía, nos perdemos todas las demás y por eso trato de tener algo donde escribir mis ideas porque ellas llegan tocan a la puerta y se van si no les abrís.
Por supuesto eso no es todo, la idea solo es una llave que puede abrir muchas puertas que son otras tantas posibilidades o no. Queda en cada uno poder, saber hacerlo.

miércoles, 20 de enero de 2016

Necesito hacerlo...

Necesito hacerlo. Pronto. Los colores están llamándome por mi nombre, no puedo desoírlos más. Siento deseos de volcarlos sobre un cartón, un papel, una tela. Pero cuando es el momento, no puedo, simplemente no puedo.
Yo se que solo es una excusa para no hacerlo, aunque me ve a mi mismo pintando todo el tiempo, aunque no me sienta todo el tiempo de la misma manera, por que siento que hay tantas cosas que me impiden soltarme y dejarme llevar por ese llamado.
Yo se positivamente que soy yo mismo impidiéndome hacer lo que más me gusta.
Me lo impido yo mismo, poniéndome por delante tantas cosas que supuestamente debo hacer antes de ponerme a pintar.
Sería tan fácil desocupar la mesa, cubrirla con telas para no mancharla de pintura, desplegar el cartón que ya había comenzado a pintar. Buscar las cajas con pasteles y acrílicos, lápices y marcadores, papeles, cartones, hilos, pegamentos, pinceles, espátulas, etc. poner música, preparar mate o café y dejarme ir, sumergirme ahí con colores, materiales y herramientas, buscar y buscar, seguir buscando, permitiendo que aparezcan formas y personajes, mezclar colores y texturas para seguir buscando sin detenerme.
No siempre sucede, solo algunas veces he tenido la sensación de libertad en ese lugar, en ese instante, breve, efímero. Me he sentido por muy poco tiempo libre de cuerpo y alma, he tenido por pocos instantes una sensación de claridad, como si fuera una epifanía, una visión de lo que es sin barreras ni prejuicios, solo yo viendo con total claridad lo que es.
Ciertamente esos momentos son únicos y no se decir como suceden, solo me queda al final el resultado, el producto final sobre un papel, un cartón, una tela y son formas y personajes, colores y texturas, palabras, imágenes que estuvieron dentro mío y pude sacarlas fuera transformándose en algo como mensajes de náufrago, que son puestos en botellas y arrojados al mar, apareciendo en playas lejanas, mostrándome infinitas posibilidades para mi creatividad, de la cual no estoy del todo convencido, haciéndome arrastrar conmigo dudas desde hace algo así como 30 años.
Cada palabra, cada frase, cada página escrita, cada pincelada, cada trazo sobre un papel, una tela, un pedazo de cartón me preguntan hasta cuando, hasta cuando puedo soportar sin atender esa súplica que me persigue hace tanto tiempo.
Solo yo puedo saber que se siente estar tan cerca y no poder abrir esa puerta a la total libre expresión de mi alma a través de la pintura, por el momento no tengo más remedio que continuar.
Trataré esta noche o la próxima, o la siguiente a esa de seguir buscando, no para encontrar sino para seguir buscando.
La promesa ya fue hecha.