lunes, 25 de enero de 2021

Basquiat, nuestro gato.

 

Al describir un gato, debemos tener en cuenta principalmente dos hechos. Por un lado, su personalidad, indudablemente la tienen y por otro, su aspecto físico, pelo liso, peludo, pelado, flaco, gordo, alto, bajito, etc.

Basqui, como lo bautizó mi hija, en honor a Basquiat, el pintor expresionista afroamericano estadounidense, es único, como todos y cada uno de los gatos hogareños.

Mili, lo adoptó hace casi dos años con poquitos meses de vida. Ella se había enterado a través de Facebook, que una chica tenía en adopción tres gatitos negros.

Una tarde de otoño, ella se fue en búsqueda de uno de ellos, había arreglado con esta chica, la adopción de un machito, del cual habíamos visto un par de fotos días antes de la adopción.

Lo trajo dentro de su mochila, cuando la abrió salió del interior un gatito negro, flaco y orejudo con una leve manchita blanca en el pecho. Salió cautelosamente, con el lomo muy chato, desconfiado y con los ojos muy grandes, las pupilas dilatadas, mirando todo con atención, recorriendo lentamente los alrededores del living, olfateando el lugar con prudencia. Nosotros ya teníamos a Blue, una gatita, también rescatada, de tres años, con una personalidad también muy marcada, bastante arisca, sociable solo cuando ella lo deseaba y no con cualquier persona, aceptaba mimos cuando ella quería. Se nos presentó como familia un interrogante acerca de si Blue aceptaría al nuevo integrante del clan. Ella percibió inmediatamente la nueva presencia. Debo decir aquí, que antes que Blue, ya teníamos dos perritas caniches, la mayor, Violeta de color blanco, con dieciocho años y Lulú, una caniche enana de color negro, de unos seis años, más o menos.

O sea que Blue, como dije, inmediatamente percibió la nueva presencia, al acercarse para olfatearse con el recién llegado, ella reaccionó como era esperable, con un rugido y los pelos del lomo erizados, no estaba feliz por el recién llegado, tenía también las pupilas dilatadas y las orejas pegaditas a la cabeza, en alerta.

Como el gatito recién incorporado era muy pequeño aún, debíamos cuidar que la gata no lo lastimara, lo que debíamos hacer era cuidar que él no se acercara a la gata, dada la curiosidad natural de estos animalitos. Obviamente al principio hubo gruñidos y manotazos, pero todo dentro de lo normal, felizmente no hubo que lamentar nada malo.

Realmente el tiempo y la curiosidad compartidos entre ambos gatos, fue haciendo más tolerable la convivencia entre ellos. Sin prisa, pero sin pausa se fueron acercando y conociendo cada vez más y mejor, con lo cual fuimos dejando de preocuparnos por que la gata lastimara al gatito recién llegado.

Hoy en día, no es que sean compinches, eso definitivamente no va a suceder, pero digamos que pueden mantener una relación de tolerancia aceptable que ayuda a la convivencia inter felina, claro que no todas son rosas, Basqui por momentos es muy intenso y a Blue no le gustan las medias tintas, y solemos escuchar sus breves escaramuzas.

Hoy visto a la distancia, ha sido un viaje muy interesante, el proceso de reconocimiento entre los felinos. La naturaleza curiosa de Basqui, se topa de frente con la cautela antipática de Blue.

Ahora mismo, mientras escribo estas líneas, Basqui está echado dormitando frente a mí, en la mesa que tenemos en el balcón, aprovechando el poco aire fresco que corre en este tórrido verano que estamos atravesando en Buenos Aires.