Recibir saludos de fin de año se hace difícil, duro, triste
y hasta injusto diría. Pero como decírselo a la otra persona, que se acerca con
la esperanza y la alegría en la expresión, con la mejor intención de acercar un
saludo y un buen deseo.
Uno lo recibe como puede, pone cara de circunstancia, acepta
y retribuye el saludo y los buenos deseos, que otra cosa y continúa el camino
tratando de soportar en silencio y como se pueda el dolor de una pérdida
reciente.
Como sucede en estos casos y este en particular no es la
excepción, no nos damos cuenta que tenemos algo hasta que nos falta, hasta que
lo perdemos.
Mi papá ya no está. Sucedió en navidad. Quiero creer que
está mejor, que pudo finalmente superar el dolor y el sufrimiento y que ahora
está mucho mejor.
Los detalles de su partida me los guardo para poder elaborar
mi duelo en paz, con tranquilidad, en silencio, rodeado de mis afectos, que no
son muchos pero son los mejores que podría tener, mi mujer y mi hija, ellas son
mi infinita fortaleza, en este difícil y triste momento.
Inevitablemente en ese viaje que tuve que emprender para
despedirlo, lo tuve más presente que en los últimos años. Cualquier detalle era
la excusa que necesitaba mi memoria para traerme sus recuerdos.
Yo apenas caminaba y me enseñó sin pensarlo, sin quererlo a
pintar, a amar incondicionalmente el arte. Lo recuerdo con su atril fabricado
por el mismo, mezclando óleos, tengo en mi memoria el olor al aceite de lino,
la trementina. Recuerdo haberle dado a algún cuadro que estaba pintando, algunas
pinceladas de garabato.
Y eso no se olvida, porque está en mí, aunque el ya no esté
más. Yo tendría dos, tres años y recuerdo eso como si fuera ayer.
Recuerdo cuando íbamos a la Boca y me llevaba a los remolcadores donde el era
tripulante de las calderas, foguista más precisamente. Recuerdo el olor del
riachuelo, el olor al combustible, el movimiento del barco amarrado, recuerdo
el cielo como se juntaba con el río, recuerdo eso como si hubiera sido el fin
de semana pasado.
Recuerdo el olor de los cigarros que fumaba de joven, unos
cigarritos baratos que fumaba sin terminar y dejaba en los cajoncitos de
herramientas.
Recuerdo sus asados, conversados, mateados, tranquilos; bien
cocido para mamá y jugoso para él.
Tengo miles de recuerdo que vienen a mi memoria en este
momento y cada recuerdo es un pedacito suyo y también nuestro. Cada quien que
lo haya conocido, sabrá. Es cierto que la muerte no hace bueno a un hombre, no
lo hace perfecto, lo hace apenas humano.
Dicen que el tiempo cura y sana heridas del alma. Espero que
así sea. Espero alguna vez reencontrarnos.
Imagino que a pesar de que yo no haya podido compartir
muchas cosas con él, igualmente ha sabido siempre sin decírmelo que sabía quien
era yo y que cosas me dejó.
Hoy en pocas horas se termina el años y este 2015 se lo
llevó a mi papá, pero nos dejó algo, que cada uno descubra que cosa le ha
dejado.
Feliz Año Macanudo! *
*El que lo recuerde, entenderá.