miércoles, 30 de noviembre de 2022

20 años, muchas más que 20 fotos. Viole, la historia de un amor perruno y eterno.

 Llegó a nuestras vidas con muy poco tiempo de vida, era una cachorrita hermosa y blanca, un pompón de algodón blanco. Suavecita, bellísima. Violeta fue el nombre elegido. Y así empezó una nueva vida para nosotros con esta nueva integrante. Comenzó de esta manera a formar parte de nosotros y de nuestra historia familiar y fue así hasta este lunes, en que entre todos decidimos que era mejor soltarla y dejarla ir. Las fotos no siempre hacen justicia a la historia que hay detrás, las fotos apenas son un pequeño chispazo de luz que viene a nuestra mente y nos trae un recuerdo. Viole llegó para adueñarse de nuestro hogar y de nuestros corazones. Milagros de los Santos creció junto a ella, crecieron juntas, como hermanitas. Viole siempre a los saltos alrededor de Mili cuando la veía llegar, cuando la sentía cerca, casi al final cuando la oía y la presentía. El vínculo entre un perrito y una persona es algo mágico e inexplicable, es un vínculo de amor incondicional que nos enseña precisamente que el amor es eso que damos sin esperar nada a cambio. Viole nos dio todo a lo largo de su vida. Hoy su ausencia nos hace un enorme nudo en la garganta, nos duele demasiado, pero ya forma parte de nosotros. Gracias, gracias y más gracias Viole por tantos y tan hermosos recuerdos. Van aquí algunas pocas fotos suyas que tratarán de hacerle justicia.









viernes, 25 de noviembre de 2022

Like o no Like.

 

 

Qué cosa con esta costumbre de poner emoticones ahí por los muros de las redes sociales. Sea cual sea la red social, ponemos un pulgar para arriba o uno para abajo, un corazoncito, una sonrisa, una carita enojada, un aplausito, etc… Pero casi no hay impresiones escritas, no hay devoluciones explicadas más que con esos dibujitos simpáticos, coloridos pero que a veces aburren, cansan y son tan fríos e inexpresivos, tan faltos de humanidad.

De veras que yo prefiero que cuando escribo alguna reflexión, alguien, quien sea, aunque no nos conozcamos me apruebe o desapruebe escribiéndome algunas palabras al menos. Las “redes sociales” por momentos “desocializan”, porque ponen mayor distancia entre las personas, cumplen con la formalidad de responder sin involucrarse demasiado.

Hoy es viernes en Buenos Aires, Argentina. Está cayendo la tarde, dándole lugar a la noche. En el poniente ya se vislumbran los tonos violáceos y anaranjados de esta primavera del Gran Buenos Aires. Una brisa fresca recorre la calle, entra por mi ventana agitando la cortina. Se van apagando los rumores callejeros del tránsito.

Es el atardecer de otra jornada de búsqueda laboral, que llega a su fin tratando de encontrar eso que se esconde mezquino: un empleo. Mañana será sábado, luego domingo y finalmente (o nuevamente) lunes para comenzar todo de nuevo.

Muchas gracias y buen viernes.

domingo, 6 de noviembre de 2022

La casa de Ernesto Sabato

 

 







Realmente fue un sueño hecho realidad, después de haberlo pospuesto por mucho tiempo, finalmente las cosas se juntaron para que decidiera salir de mi casa, tomar un tren, un metro, otro tren y dar mis pasos hacia esta dirección en Santos Lugares. Porque llegué allí en un viaje que tal vez empezó una vez, sin saberlo, leyendo El túnel y siguió por Sobre héroes y tumbas y todos los demás libros. No voy a agregar nada nuevo sobre Ernesto Sábato, no soy quien. Lo que puedo decir es que, mientras escribo esto, me queda un nudo en la garganta, una alegría casi infantil, un sentimiento raro que me llega en este momento de mi vida. La felicidad y la emoción podrían resumir mi estado de ánimo ayer. Y me quedo corto, muy corto con esa descripción. Las fotos no le hacen justicia al lugar, para nada, mis palabras apenas hablan de lo que sentí. Vi los rincones de su casa amada, sus muebles, sus libros, su máquina de escribir, sus pinturas, sus pinceles, sus paletas, su patio, todo lo que había visto muchas veces en fotografías y hasta en reportajes que se habían hecho de él. Por un momento me atreví a invadir su lugar en el mundo, este mundo tan doloroso para él, y sentí una enorme alegría al caminar por su casa. El corazón no entró en mi pecho. Veía aquellas cosas materiales que en vida le habían pertenecido y me costaba respirar, si mi visión se nublaba, mis ojos no alcanzaban a recorrer todo con una ansiedad infantil. "Querido y remoto niño..." esas líneas que una vez leí y sentí que estaban dirigidas a ese niño que una vez fui. Siento que guardaré para siempre la impresión que tuve ayer en esa casa, la impresión que también fue algo físico, claro, porque mi cuerpo era tan consciente como mi alma y mi corazón de ese lugar, que había permanecido mucho tiempo en un espacio de la imaginación y que, por esas cosas del destino, tenía que ir a conocer. La visita duró solo dos horas, pero en mi memoria creo que durará para siempre. Gracias una vez más por estar en el lugar correcto.