domingo, 21 de agosto de 2016

Tarde, de noche... muy tarde.

Tarde, muy tarde en esta noche fría de invierno oyendo voces antiguas, trayéndome recuerdos que no me pertenecen a cambio de olvidar los propios. Una y otra vez me encuentro sin salida. Perdido en mi propio laberinto. Buscando sin remedio, sin descanso, sin saber lo que necesito. 
Invoco en esta noche viejos fantasmas para que me acompañen.Me siento solo y con ellos la soledad no se me anima. O es lo que creo o quiero creer. 
Las voces insisten en quedarse aunque quiera quitármelas de la cabeza. 
Tal vez no sea el camino ni la manera, pero es lo que respiro y lo que soy. 
Tengo apenas medio siglo y no aprendí nada.
Tengo canas en la cabeza que no me han agregado nada. 
Ciertos dolores me han marcado para siempre. 
¿Por qué será que el mundo está al revés? ¿Por qué será que vine a destiempo? 
Mi cuerpo ya no es el mismo, lo siento invadido de pesares, penas que pensé ya se habían ido.
Me equivoqué. Han permanecido todo este tiempo entre mis huesos, mis músculos, mis manos, detrás de mis ojos, dentro de mi corazón.
Me cuesta respirar y reponerme, me pesa más el cuerpo y siento que mis sueños comienzan a quedarme grandes. Se hacen cada vez más distantes a pesar que quiera atraparlos aquí.
La respuesta es: no siempre hay respuestas.






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