había un cuenco con uvas negras
un poco marchitas, dejándose ir
en la tarde de aquel verano pesado y lejano
sobre un viejo mantel de hule, manchado
marcado
desteñido
pegajoso
cubriendo una no menos vieja mesa de madera
nunca vi aquella mesa
sin aquel viejo mantel de plástico,
sobre esa mesa desconocida
el viejo mantel envejecido
y sobre todo eso
el cuenco con las uvas negras, marchitas
y las moscas revoloteando
en el aire de aquella cocina casi olvidada,
tres, cuatro, tal vez cinco moscas
girando en el pesado aire de aquel lejano verano
cuyo recuerdo reaparece en forma de uvas negras, marchitas
cuyo sabor no recuerdo
por que no recuerdo haberlas comido.
a mis 58 años la vida continúa
sin embargo en algún rincón
de la memoria
aquellas uvas negras permanecen un poco marchitas
y permanecerán eternamente
cuando yo no esté más para recordarlas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario