domingo, 14 de febrero de 2021

El cajón de madera

 Últimamente me encuentro “buceando” en mis recuerdos de infancia. Supongo que la edad impulsa esta clase de actividad. Al ir convirtiéndome en una persona mayor, si es que ya no lo soy, va surgiendo la necesidad de recordar hechos, momentos, instantes de mi pasada infancia.

El recuerdo que voy a referir, es un fragmento, digo, apenas es un recuerdo. Yo viví buena parte de mi infancia en el campo, y digo esto porque pasar los tres meses de vacaciones de verano, es hablar de buena parte de la infancia. Y eso sin duda, marcó la mía. Tengo delante de mí un sin número de imágenes vívidas de aquellos momentos, como nítidas fotografías a color. Y repito que son fragmentos, no son recuerdos completos, fragmentos que quiero reconstruir. Tengo en mi memoria haber sido oyente involuntario de las historias contadas por los mayores: tíos/as, abuelos/as, tíos/as abuelos/as y otros adultos que ya no recuerdo quienes eran, pero que allí estaban. El recuerdo al que me refiero, no es nada agradable, diría más bien cruel.

Cierto día estando allí, ya no sé exactamente dónde oí esta historia, junto a otros de la familia, recuerdo haber oído la historia de un niño pequeño, de tal vez uno o dos años, hijo de ya no sé quiénes, y que aparentemente había nacido con alguna clase de retraso madurativo, esto lo agrego yo, porque no es lo que deben haber dicho originalmente, pero era por cierto el último nacido de varios otros hijos de esa familia. Lo que si recuerdo es que estaban contando que lo tenían dentro de un cajón de madera, de frutas podría ser. Debido a que no era “normal”, lo tenían allí, prácticamente como un pequeño animal, semidesnudo, sucio con sus propias miserias, desatendido, al no poder ni saber ocuparse de él su propia familia. Reitero que esto lo estaba contando alguien de mi familia y que supuestamente, había sucedido en otra familia tal vez parienta de la mía. En fin, es lo que recuerdo. No hay mucho más que agregar, solo que la imagen de un niño pequeño, dentro de un cajón de madera, desnudo, sucio, arrastrándose allí, delante de su familia sin que nadie tuviera la más mínima compasión, me ha ido persiguiendo desde hace muchos años. Y quería compartirla antes de olvidarla. Porque el olvido va haciendo agujeros cada vez más grandes en mi memoria.

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