Qué cosa con esta
costumbre de poner emoticones ahí por los muros de las redes sociales. Sea cual
sea la red social, ponemos un pulgar para arriba o uno para abajo, un
corazoncito, una sonrisa, una carita enojada, un aplausito, etc… Pero casi no
hay impresiones escritas, no hay devoluciones explicadas más que con esos
dibujitos simpáticos, coloridos pero que a veces aburren, cansan y son tan
fríos e inexpresivos, tan faltos de humanidad.
De veras que yo
prefiero que cuando escribo alguna reflexión, alguien, quien sea, aunque no nos
conozcamos me apruebe o desapruebe escribiéndome algunas palabras al menos. Las
“redes sociales” por momentos “desocializan”, porque ponen mayor distancia
entre las personas, cumplen con la formalidad de responder sin involucrarse
demasiado.
Hoy es viernes en
Buenos Aires, Argentina. Está cayendo la tarde, dándole lugar a la noche. En el
poniente ya se vislumbran los tonos violáceos y anaranjados de esta primavera
del Gran Buenos Aires. Una brisa fresca recorre la calle, entra por mi ventana
agitando la cortina. Se van apagando los rumores callejeros del tránsito.
Es el atardecer de
otra jornada de búsqueda laboral, que llega a su fin tratando de encontrar eso
que se esconde mezquino: un empleo. Mañana será sábado, luego domingo y
finalmente (o nuevamente) lunes para comenzar todo de nuevo.
Muchas gracias y buen
viernes.
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