lunes, 4 de mayo de 2015

Una reflexión sobre la vida en medio de la muerte, o sobre la muerte en medio de la vida.

 
Por diversos motivos uno conoce personas prácticamente todo el tiempo y es inevitable que luego del conocimiento, venga el contacto que muchas veces es poco frecuente, también por diversas razones, en fin. Es así, conozco a personas con las cuales no mantengo un vínculo directo, salvo en alguno que otro caso. 
Y entonces sucede lo peor, esas personas dejan de existir. Y es inevitable tratar de recordarlos en vida. Las veces que nos lo cruzamos, charlamos o compartimos algo, aún lo más insignificante.  Y entonces eso cobra otra dimensión, uno mira hacia adentro y se ve tan pequeño, tan frágil, tan efímero. 
Cada uno vive su vida como puede y no siempre como quiere. Con esfuerzo en muchos casos ha construido algo. Una personalidad, una vida, una historia, vínculos, relaciones, tiene proyectos, sueños, anhelos. Y conoce a otros con ambiciones parecidas, todos estamos aquí por y para algo, y nos va la vida tratando de desentrañar eso, queriéndolo saber o no, y está bien que así sea.
La vida y la muerte emparejan a todos. No hay dudas. 
No importa cuantos años tenes, cuantos hijos, o nietos, o gatos o perros alimentes, o que plantas tengas, o que seas una buena persona. No importa si es justo o injusto. No importa nada de eso.
Uno desde que se levanta por la mañana, sin saberlo, lo hace para honrar la vida que le fue prestada alguna vez y pasado el tiempo que nadie conoce ni predice, se le pide devolverla. 
Así nada más, porque vivimos sin darnos cuenta muchas veces, que la vida la tenemos prestada por un rato, para algunos el rato es largo y para otros más corto.
Y entonces en el otro, que es espejo de uno mismo, podemos empezar a entender algunas cosas, no muchas, tal vez las más necesarias para seguir viviendo, sabiendo que esos espejos donde nos miramos, ya no están más. 
Por supuesto que cuando el dolor es ajeno, uno siente compasión por ese otro, por ese dolor ajeno. Pero también se pregunta, cuando ese dolor dejara de ser ajeno, para ser tan propio y doloroso, como el de ese otro que sufre. Es cuestión de tiempo. El dolor es intransferible. 
Todos transitamos la vida de manera similar. A todos nos cuesta vivir, a unos más que otros seguramente.
En estos momentos se piensa también en quienes han quedado, destrozados y sin consuelo, sin respuestas, sin posibles palabras de aliento que puedan mitigar tanto dolor y vacío. Realmente no hay nada para decirles y quienes estén cerca, deben acercarse más todavía para tratar de achicar un poco, al menos, ese hueco, ese vacío y que esa ausencia inexplicable, no sea tan grande.
Dedico desde la distancia un abrazo a quienes se han ido hace poco y a quienes se han ido hace algún tiempo, cuyas ausencias ya han sido comprendidas, tal vez, aceptadas posiblemente, y para que los que hemos quedado, sepamos ver ese camino invisible, que es la vida, como un camino de aprendizaje, difícil, doloroso, duro, pero que sin embargo vale la pena emprender.
Un saludo por supuesto a quienes han quedado y llevan la peor parte, que es la de convivir con la ausencia, tratando de pensar y creer que el adiós es apenas un hasta luego.
Ahora si, buenas noches.








No hay comentarios:

Publicar un comentario