martes, 17 de noviembre de 2015

El olvido.

Siento la voz de lejos
que susurra
latir gemidos de la noche
en presencia de una calma
que lastima.

Veo esa sombra aterradora
                         sobre mí
saciar su hambre busca
y una presa encontró.

Desaparece la calma
y entonces, como nunca
la voz se hace alarido
atronando mi alma, con saña, con odio.


Mis gritos se ahogan en la eternidad.
Mi cuerpo se desintegra.
Mi razón se pierde.
Mis sentimientos, aplastados.
De mí nada ha quedado.
Nada
que importe a nadie
ni siquiera el consuelo
de volver a ser polvo en el viento.

La sombra y la noche se hacen una
con frialdad
envolviéndome en su negrura
con dolor de la carne y del alma
por igual.

Cientos de rostros me invaden
sin amor
sus miradas me clavan agujas
en la piel y brota mi sangre
como agua.

Los reconozco
lo saben
ríen
brillan sus dientes en la oscuridad
buscando con violencia mi cuello.

Parece un sueño y es la realidad:
imposible escapar al destino
sus hilos se enredan hasta estrangular
la vida

mi vida.

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