martes, 7 de abril de 2015

La diferencia somos nosotros

Esta reflexión está dedicada a quienes trabajan conmigo. No voy a mencionar el lugar, pero sabemos de que lugar estoy hablando.
Me sucedió hoy, pero no es la primera vez que me sucede. Todos aquellos que trabajamos en contacto con el público, tenemos diariamente diversas experiencias y no todas son positivas y dignas de mencionar. Todos sabemos lo difícil que es tratar con la gente, pero cuando todo sale redondo, es reconfortante.
Cuando uno atiende a una persona y esta persona se siente bien atendida, se siente considerada, se siente tenida en cuenta, esa persona nos lo hace saber y la empresa no tiene nada que ver con eso. Ahí en ese momento es uno mismo quien con sus propios medios, consigue que un cliente se vaya del negocio contento luego de gastar su dinero. Uno se dedica a escuchar a esa persona, en principio para saber que necesita y para poder ofrecerle lo mejor de acuerdo a su necesidad y alcance, y luego porque al establecer ese vínculo, uno también termina ganando algo y que no es precisamente dinero, ya que el dinero se lo lleva la empresa, sino que como persona uno se enriquece infinitamente en ese contacto, en ese intercambio con aquel cliente.
Recuerdo a un director de tienda, muy al principio, aún antes que inaugurara la tienda, decir que la empresa invierte fortunas en llevar al público a las diferentes sucursales y que la mayoría de los productos se venden solos. Recordando esto en la distancia, veo cuanta soberbia en esas palabras, y cuanta necedad en ese pensamiento. Cuanta mediocridad. Por lo visto alguien por encima suyo algo habrá visto mal en el, que lo bajaron del pedestal donde se creía parado. En fin, supongo que ese era un ejemplo extremo del pensamiento de la empresa, porque tampoco soy ingenuo al pensar que quienes están ahora, piensan diferente. En lo absoluto. La ideología de la empresa mantiene la misma conservadora rigidez que piensa a los empleados (colaboradores, asociados llaman eufemísticamente otras empresas) como variables de cambio, de ajuste, el trabajador siempre fue el hilo más delgado y el primero en cortarse (y si es de agencia más delgado todavía). Por un lado pretenden hacer creer que lo más importante es el diálogo, pero por otro bien sabemos que no hay diálogo, solamente un monólogo unidireccional. Alguna que otra vez, debo reconocerlo, si hay algún punto que si permite ese diálogo, aunque no modifique sustancialmente la relación de fuerzas dentro de esa estructura. Esto es cambiar algo (pequeño, insignificante) para que no cambie nada (profundo, sustancial, importante).
Volviendo al principio, vuelvo a poner aquí la importancia de quienes día a día sostenemos con nuestro trabajo el funcionamiento de la empresa, por eso cuando se cuestiona nuestra permanencia, esta importancia se reduce a cero. Un día te dan un cuadríto, un cartel donde te reconocen, al siguiente te informan la disponibilidad. Entonces reuniones, eventos, reconocimientos son iguales a nada cuando deciden ellos solitos que ya no te necesitan.
Esta reflexión me hace pensar que a todos nos iría mucho mejor, si realmente tomaran en cuenta aquello que pensamos, aquello que creemos. Porque si bien lo dicen, realmente no creen que lo más importante somos nosotros, quienes verdaderamente contribuimos a sostener el funcionamiento diario el monstruo. Porque son tan obtusos que no se dan cuenta que la diferencia somos nosotros.

Esto lo escribí en noviembre del 2011 a propósito de mi experiencia en el lugar donde trabajo. Hoy lo leo y lamentablemente no noto un gran cambio. En cambio sigo creyendo lo que dice el título.
Buenas noches.

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